Reflexiones para Damas
“DAR EL PRIMER PASO” – Julio 28, 2020.
La mayoría de nosotras tenemos lo que podríamos llamar “zona de comodidad espiritual”, es decir, ese lugar desde donde podemos manejar nuestra vida sin tener que hacer un ejercicio de fe audaz. Sin embargo, si queremos experimentar algo más del poder y la presencia de Dios, tendremos que comprometernos a un acto de confianza extraordinaria y dar un paso de fe en la dirección que el Señor nos puede estar indicando.
Al estudiar la Palabra de Dios, encontramos muchísimos ejemplos de personas que se encontraron frente a este desafío. Recordemos algunas historias:
- Los sacerdotes debieron mojarse los pies en el Jordán antes de que las aguas se abrieran. (Josué 3:13).
- Israel debió dar siete vueltas al muro de Jericó antes de que cayera. (Josué 6).
- La viuda debió darle de comer a Elías primero antes de que la harina y el aceite se multiplicaran. (1 Reyes 17:8).
- Naamán debió bañarse siete veces en el Jordán antes de ser sanado. (2 Reyes 5:8-14).
- La mujer con flujo de sangre debió acercarse a Jesús para ser sanada. (Mr. 5:25-34).
- Los amigos del paralítico debieron quitar el techo de la casa donde estaba Jesús para que lo sanara. (Mr. 2:3-4,12).
- Los discípulos debieron ir al aposento y perseverar en oración antes de ser llenos del Espíritu Santo. (Hechos 2).
Aunque cada historia es muy diferente, todas tienen algo en común, antes del milagro todos debieron dar un primer paso de fe.
Pero la historia a la que quiero referirme especialmente es a la caminata de Pedro sobre el agua. Leemos en Mateo 14:22-29: “Después de esto, Jesús ordenó a los discípulos: ´Suban a la barca y vayan a la otra orilla del lago, yo los alcanzaré más tarde´. Mientras tanto, la barca ya se había alejado bastante de la orilla; navegaba contra el viento y las olas la golpeaban con mucha fuerza. Todavía estaba oscuro cuando Jesús se acercó a la barca. Iba caminando sobre el agua. Los discípulos lo vieron, pero no lo reconocieron. Llenos de miedo, gritaron: - ¡Un fantasma! Enseguida Jesús les dijo: - ¡Cálmense! ¡Soy yo! ¡No tengan miedo!”
En el instante en que Jesús tuvo la atención de todos, decidió que era el momento oportuno para que sus discípulos supieran algo más del “Yo Soy”.
A la barca subieron los doce, todos se encontraban en las mismas circunstancias, pero solo uno estaba a punto de tener la experiencia de su vida. En los vs. 28-29 leemos que Pedro se colocó en el borde del bote y le dijo al Señor: “Si realmente eres tú, ordena que yo camine también sobre el agua y vaya hasta donde tú estás”. Pedro había decidido que quería ser parte de la “aventura”.
Entonces Jesús le dijo: ¡Ven! y el discípulo dio el primer paso... Por un momento el agua se volvió firme debajo de sus pies. Hubiera querido estar allí para ver su expresión; ¡qué experiencia! Pero las olas y el viento rugían con fuerza y pronto le hicieron olvidar QUIÉN lo estaba sosteniendo realmente.
Todas sabemos lo que es “sentir el viento fuerte”. Comenzamos algo llenas de esperanzas, motivación y entonces comienza el vendaval, surgen los obstáculos, problemas inesperados, personas que nos fallan y en lugar de avanzar sentimos que nos hundimos… Este es el momento para decidir si seguiremos adelante aunque tengamos que “tragar un poco de agua”, o nos retraemos a nuestra zona de “aparente seguridad” y nos perdemos la oportunidad de crecer y experimentar el momento en el que Dios le ordene al “viento y a las olas” que se calmen.
Cada vez que decida crecer, eso incluirá nuevos desafíos. La decisión de desarrollar una fe fuerte siempre involucra una elección entre la comodidad o el “riesgo”.
Hoy en día, miles de personas en las iglesias solo quieren un poco de comodidad mezclada con un poco de espiritualidad, pero no desean el reto de seguir a Jesús de verdad y ser parte de lo que realmente planeó para sus vidas.
La barca puede tomar el nombre de cualquier cosa que esté impidiendo que demos el paso de fe que nos aleje de los límites acostumbrados. Cada vez que dudamos, nos quedamos dentro de la barca. Cada vez que el miedo nos impide tomar decisiones audaces, estamos dentro de la barca. Cada vez que creemos que algo es imposible, que aceptamos algo inferior a lo que Dios nos prometió, nos quedamos dentro de la barca…
¿Cuál es su barca? ¿En qué área de su vida le cuesta confiar completa y valientemente en el Señor?
Abandonarla puede ser lo más difícil que haya hecho jamás, pero si quiere ver lo que nunca vio, tendrá que dar el paso que nunca dio.
¡Jesús todavía sigue buscando mujeres que estén dispuestas a creer y avanzar!
Alexandra Giovanini
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“HAZLO DE NUEVO”– Julio 21, 2020.
Hace algún tiempo escuché esta historia. En 1940, el Dr. J. Edwin Orr, profesor de teología, llevó a un grupo de estudiantes de Wheaton College a Inglaterra. Como parte del programa, recorrieron varios lugares que tenían mucho significado en la historia de la iglesia. Una de sus paradas incluyó la Epworth Rectory, que fuera el hogar de John Wesley, uno de los hombres que enseñó, predicó y oró por un avivamiento, no solo para Inglaterra sino también para EE.UU.
En 1900 ese avivamiento golpeó este país. Los cielos parecían abiertos de una manera poderosa y miles aceptaron a Cristo como su Salvador. Fue por personas como Wesley que oraba de rodillas pidiendo que Dios se moviera.
Así que los estudiantes del profesor Orr visitaron y recorrieron la casa. Al llegar al dormitorio, uno de los estudiantes notó dos impresiones sobre el suelo hundido al lado de la cama y preguntó de qué se trataba. El profesor le dijo que señalaban el lugar donde Wesley se arrodillaba por horas para orar por un avivamiento.
Cuando los estudiantes regresaron al bus, el Dr. Orr notó que faltaba un estudiante. Al volver al cuarto lo encontró de rodillas sobre las impresiones del piso hundido y le escuchó orar: "¡Oh Señor, hazlo de nuevo y comienza conmigo!" El profesor se acercó, puso una mano sobre el hombro del joven y le dijo: “Es tiempo de irnos”. Levantándose Billy Graham, se unió al resto de sus compañeros. ¡Y luego… Dios lo hizo de nuevo!
Creo que no es necesario recordar la manera en la que Dios usó a este hombre. Al leer sobre su vida o la de tantos hombres y mujeres que a lo largo de la historia le pidieron al Señor ser instrumentos para manifestar Su vida y Su poder, me preguntaba: ¿Qué pasaría si muchas de nosotras nos levantáramos una mañana y le dijéramos al Señor: “Hazlo de nuevo y comienza conmigo”?
Se preguntó alguna vez para qué vino a morar a su vida el Espíritu Santo. ¿A caso no tenía otro lugar donde vivir? ¿Quería experimentar lo que es estar en la tierra? ¡No! La Palabra de Dios dice que Él mora en nosotras para transformarnos, santificarnos, enseñarnos, guiarnos, pero también para que la actividad divina se lleve a cabo a través de nuestras vidas.
A veces pienso que cada una de nosotras es como un grano de maíz, tenemos el potencial de estallar y convertirnos en una deliciosa “palomita” (popcorn), pero al no permitir que el poder de Dios se libere en nuestras vidas seguimos siendo solo semillas.
¿No le parece extraño que el Creador venga a morar a nuestras vidas sin hacer cosas asombrosas? ¿Acaso no debería haber evidencias claras de Su presencia en nosotras? A veces vivimos como si El Espíritu Santo no fuera real, por eso no esperamos que Él actúe.
Creo que enfrentamos un gran problema en nuestro tiempo que, sin embargo, se está pasando por alto, y es que muchos creen que pueden vivir la vida cristiana sin que el poder del Espíritu Santo sea derramado en sus vidas. Y cuando me refiero a poder, me refiero a la presencia activa del Espíritu Santo afectando cada área de nuestra vida; el poder que enciende nuestra pasión por Cristo; el poder que nos capacita para ser usadas por Dios; el poder con el que vencemos toda oposición del infierno; el poder que nos ayudará a correr nuestra carrera y terminarla.
No se preguntó nunca cómo Moisés pudo conducir por el desierto a un pueblo de más de 3 millones de personas; o cómo Elías hizo descender fuego del cielo; o cómo un joven muchacho llamado David pudo derribar a un gigante con una sola piedra; o cómo un rústico pescador llamado Pedro fue capaz de levantarse frente a una audiencia de miles y hablarles como si hubiera obtenido un doctorado en teología; o que un perseguidor de cristianos como Pablo se convirtiera en el autor de trece de los veintisiete libros del Nuevo Testamento.
Sin duda, no fueron sus capacidades o recursos personales los que hicieron esto. Fue el Espíritu Santo que vino sobre ellos y que fue derramado de manera permanente a partir de Pentecostés.
Charles Spurgeon dijo una vez que: “Sin el Espíritu de Dios nada podemos hacer. Somos como barcos sin velas, o carrozas sin caballos. Nos marchitamos como ramas sin savia, y como el carbón sin el fuego nos volvemos inútiles”.
Vivir llenas del Espíritu Santo no se trata de una experiencia única sino de una experiencia diaria. ¿Quién de nosotras podría decir que no necesita la ayuda del Espíritu para vencer su estrés, enojo o impaciencia? O ¿quién podría decir que ya tiene el conocimiento suficiente para hacer decisiones sin Su guía? Y si se trata de servir, ¿podemos acaso dar respuesta y solución a todas las necesidades? El Señor sabía que no lo lograríamos solas, por eso envió al Espíritu Santo.
Estamos viviendo tiempos cada vez más difíciles en nuestro mundo. Las presiones se suman diariamente en nuestra familia, trabajos, relaciones. Cada día seremos tentadas a dejar de lado la Palabra de Dios y la ayuda del Espíritu Santo. Sin embargo, Dios no nos ha llamado a sobrevivir en estos tiempos, sino a ser mujeres que mostremos evidencias claras del poder de Dios en donde estemos.
No debemos conformarnos con menos de lo que el Señor nos prometió. Él puede avivar esa llama que parece extinguirse y hacer que Su fuego arda en nuestras vidas. ¿Cuántas mujeres se atreverían a decirle hoy al Señor: "¡Hazlo de nuevo y comienza conmigo!"?
Alexandra Giovanini
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“ACTIVOS TÓXICOS” – Julio 14, 2020.
Todas tenemos un “banco de recuerdos” donde hacemos depósitos diariamente casi sin darnos cuenta. Nuestros recuerdos no se ven, pero tienen un efecto muy poderoso, llegando a afectar cada área de nuestra vida.
Durante la crisis financiera que vivió este país hace algunos años, aprendí un nuevo término: Activos tóxicos. Como no soy una experta en economía quise saber de qué se trataba. En palabras sencillas, cada vez que usaban este término se referían a “bienes problemáticos”, cosas que las entidades financieras debían aislar para que la banca se recupere.
Cuando hablamos de algo tóxico nos referimos a aquello que produce efectos, alteraciones o trastornos graves. Entonces, déjeme preguntarle, ¿hay algún activo tóxico en su banco de recuerdos que sea necesario eliminar?
No estoy hablando de perder la memoria, sino de enfrentar esos recuerdos y quitarles el efecto negativo que pueden estar teniendo sobre su conducta, relaciones, salud emocional y vida espiritual.
Muchas veces nos hemos acostumbrado tanto a convivir con ellos que perdemos la capacidad de detectar el daño que nos están ocasionando.
Usted puede ser una creyente fiel, leer la Biblia, orar, asistir a la iglesia, y aún así estar caminando con cargas que le roban la paz, el gozo y le impiden seguir creciendo.
Satanás sabe usar muy bien esos activos tóxicos. Él se encargará de ocupar su mente con esos recuerdos paralizantes para hacer su vida miserable. Él sabe que ya no puede tener su alma porque es una hija de Dios, pero puede intentar robarle las bendiciones que el Señor ha preparado para su vida.
¿Qué cosas tóxicas pueden estar guardadas en su banco de recuerdos que debería entregarle al Señor? ¿Palabras hirientes, abandonos, abusos, engaños, rechazos, traiciones, pérdidas?
No es fácil enfrentarse a estos gigantes, pero debemos saber que si no lo hacemos seguirán controlando nuestra vida.
¿Por dónde comenzar entonces? En primer lugar, debemos saber que Dios no desea que vivamos bajo ese peso. Él murió para hacernos libres y darnos una nueva vida. Isaías 43:19 dice: “No os acordéis de las cosas pasadas ni traigáis a la memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva…”
También debemos decidir enfrentar lo que nos atormenta. Ocultar, negar o ignorar no hace que desaparezcan los efectos que esos recuerdos tienen sobre nuestra vida. Así que necesitamos tratarlos adecuadamente. A veces debemos recurrir a alguien maduro espiritualmente que nos ayude a dar esos pasos o que simplemente permanezca a nuestro lado mientras los damos.
Por último, debemos seguir el consejo del apóstol Pablo: “Me concentro únicamente en esto: Olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús”. (Filipenses 3:13-14 - NTV). No debemos mantener la atención sobre el camino recorrido, sino sobre el que nos falta recorrer.
“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotras, dice el Señor, pensamientos de paz y no de mal, para daros un futuro lleno de esperanza.” Jeremías 29:11.
Alexandra Giovanini
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PRESIONES Y ALGO MÁS… – Julio 7, 2020.
Dios no hace nada sin tener un propósito en mente. Si en su sabiduría permite aquello que podría evitar en su poder, entonces podemos estar seguras de que es con una finalidad.
Este tiempo de pandemia nos ha puesto bajo mucha presión, y creo que a nadie le gusta eso. Sin embargo, la presión suele exponer cosas que en otras circunstancias pasaríamos por alto. Por eso el Señor muchas veces se vale de este recurso para ayudarnos en nuestro proceso de crecimiento y maduración.
En la Biblia encontramos muchas historias en las que podemos identificar fácilmente lo que perseguía Dios al permitir situaciones límites. Por ejemplo, Jonás fue tragado por un gran pez. Moisés se encontró frente a un mar imposible de cruzar. José fue a parar a una prisión. Gedeón debió ir a la guerra solo con trescientos hombres. Pedro casi se ahoga. Todas esas circunstancias tuvieron un propósito. En algunos era aprender obediencia, en otros fortalecer su fe y dependencia, en otros tratar con un aspecto de su carácter…
Y usted, ¿pudo descubrir con qué propósito el Señor ha permitido las presiones por las que está pasando?
A través de los distintos escenarios de nuestra vida: familia, trabajo, matrimonio, ministerio… Dios puede estar llamando nuestra atención sobre algunos aspectos que necesitan ser tratados. El problema es que muchas veces vemos las presiones solo como presiones, o las circunstancias adversas solo como eso, y no nos detenemos a pensar que pueden ser oportunidades de Dios para ayudarnos a crecer en algún área de nuestra vida.
Piense en los desafíos que ha tenido que enfrentar. Puede ver sólo los problemas o reconoce una oportunidad para hacer cambios que podrían resultar en relaciones más saludables, un trabajo mejor hecho, madurar como mujer, crecer espiritualmente o tener un carácter más parecido al de Cristo.
En 2 Corintios 1:11 el apóstol Pablo se refiere así al momento difícil que estaba atravesando: “Hermanos, queremos que sepan acerca de los problemas que afrontamos en Asia. Fuimos oprimidos y agobiados más allá de nuestra capacidad de aguantar y hasta pensamos que no saldríamos con vida; sin embargo, esto sucedió para que aprendiéramos a dejar de confiar en nosotros mismos y confiáramos en Dios quien es capaz de resucitar a los muertos. Él nos rescató del gran peligro de la muerte y nos seguirá rescatando. Pusimos nuestra esperanza en Dios y él nos rescatará de nuevo”.
Aquí vemos a Pablo y a sus acompañantes enfrentando una situación que los puso al borde de la muerte, pero ese no era el plan de Dios para sus vidas; el propósito del Señor en esa circunstancia era que todos dejaran de confiar en sus recursos para salvarse y aprendieran a confiar totalmente en Él.
Tal vez usted siente que está siendo sacudida en las mismas áreas de siempre y no puede explicarse por qué siguen las luchas en su matrimonio, en su trabajo, con sus hijos… Quizás sea hora de admitir que hay cosas que el Señor cree que necesita cambiar o deben salir de su vida.
No siempre es fácil entender las formas en las que Dios actúa, pero no debemos olvidar que Él jamás haría algo o nos pediría algo con el propósito de lastimarnos o hacernos sufrir.
El Señor nos ama demasiado como para cruzarse de brazos y simplemente ver cómo perdemos bendiciones por no dar lugar a los cambios que quiere llevar a cabo en nosotras. Algo hará para despertarnos y ayudarnos a poner la atención en lo que quiere mostrarnos.
Quizás no le guste la forma en la que Dios está interviniendo en su vida. Recuerde que muchas veces nosotras somos las que hacemos más difícil el proceso porque nos cuesta rendirnos, escuchar su voz y aceptar seguir su dirección.
Si aún no puede entender qué propósitos tienen las presiones por las que está pasando, tome un tiempo a solas con Dios y pregúntele: “Señor, ¿estás tratando de decirme algo?” Cuando lo escuche, no ignore sus palabras o deje para “más adelante” lo que quiere hacer. Confíe y dé ese primer paso que comenzará a transformar su vida.
Alexandra Giovanini
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DECISIONES – Junio 23, 2020.
Gran parte de nuestra vida puede resumirse a través de las decisiones que hemos tomado. En gran medida, quienes somos en el presente es el resultado de las decisiones que hicimos en el pasado. Por lo tanto, nuestro futuro también estará determinado por las decisiones que hagamos de hoy en adelante.
En un tiempo como el que nos toca vivir, en donde podemos ser desafiadas en cada área de nuestra vida, debemos prestar especial atención a las decisiones que tomamos y a la manera en que procedemos para decidir. Tal vez no le resulte obvio a primera vista, pero esto dice mucho acerca del tipo de relación que tenemos con el Señor.
Hoy en día hay muchos cristianos tomando decisiones sin que se les pase por la mente buscar a Dios. Piensan que el sentido común es una buena medida para decidir o incluso las “impresiones” o preferencias.
Investigaciones llevadas a cabo por The Barna Group revelan que ¡menos de un diez por ciento de los cristianos que asisten a la iglesia toman las decisiones importantes de la vida basándose en la Palabra de Dios y buscando conocer su voluntad! Sin embargo, cada domingo se sientan en los bancos de la iglesia cantando canciones como “Te seguiré donde tú me guíes”.
Con respecto a esto, me resulta especialmente interesante la historia de Abram (quien luego fue llamado Abraham) y Lot relatada en Génesis 13.
En los primeros versículos descubrimos que Abram y Lot viajaban juntos y que los dos tenían muchos animales y tiendas, al tal punto que la tierra no era suficiente para establecerse en el mismo lugar. Entonces Abram, para evitar que las disputas crecieran, le dijo a Lot que escogiera la tierra donde quería vivir (aunque Abram siendo mayor tenía ese derecho).
Entonces Lot miró con detenimiento las fértiles llanuras del valle del Jordán. Toda esa región tenía abundancia de agua (esto ocurrió antes de que Dios destruyera Sodoma y Gomorra) y decidió mudarse allí con sus siervos y animales. Entonces Abram se estableció en la tierra de Canaán.
Esta historia revela claramente lo que era más importante para uno y para otro, y las consecuencias de sus decisiones. Lot hizo su elección basándose solo en lo que veía, aunque esto significaba estar cerca de Sodoma. Estaba tan atrapado en el momento que era incapaz de ver los peligros de su decisión. No es difícil imaginar lo que habría sido de su vida sin el cuidado de Abram y la intervención de Dios.
Sin embargo, leemos en los vs. 14-17: “Después de que Lot se fue, el Señor le dijo a Abram: ‘Mira lo más lejos que puedas en todas las direcciones, al norte y al sur, al oriente y al occidente. Yo te doy toda esta tierra, tan lejos como alcances a ver, a ti y a tu descendencia como posesión permanente. ¡Y te daré tantos descendientes que, como el polvo de la tierra, será imposible contarlos! Recorre toda la tierra en cada dirección, pues yo te la entrego’” (NTV).
¿Alguna vez ha tomado cierto camino y al final lamentó la decisión? ¿Qué tuvo en cuenta al hacer esa elección? ¿Le acompañan algunas consecuencias de esas decisiones hasta hoy?
Leí esta historia hace algún tiempo. “Un padre, interesado en que su hijo aprendiera acerca de las consecuencias de sus decisiones le dio un martillo y le pidió que clavara un clavo en la pared. Luego, le pidió que tomara el martillo y quitara el clavo. Una vez que lo hizo le dijo: - Ahora, toma el martillo y saca el agujero que hizo el clavo. - ¡Es imposible! - dijo el joven - No se puede sacar un agujero. Así es, la mejor manera de evitar las consecuencias de malas decisiones es no hacer decisiones equivocadas”.
Nuestras elecciones siempre vienen acompañadas de consecuencias. Piense por un momento en las decisiones que ha tomado últimamente. ¿Podría decir que contaban con la aprobación del Señor? ¿Cómo lo sabe?
Eclesiastés 8:5-6ª dice: “El que guarda el mandamiento no experimentará mal; y el corazón del sabio discierne el tiempo y las formas. Sí, para todo hay tiempo y manera…”.
No puedo dejar de pensar en lo limitadas que somos. Sin embargo, contamos con la ayuda del que todo lo sabe, y aun así, muchas veces ignoramos lo que Dios tiene que decirnos.
Recuerde que Satanás siempre intentará desviarnos de la voluntad de Dios. Usará amigos, circunstancias familiares, oportunidades de trabajo, nuestras propias emociones o deseos, ¡incluso una pandemia! para que cedamos a aquello que el Señor no planeó para nosotras.
Dios no engaña a su pueblo; Él ha prometido guiar a todos los que le buscan. Isaías 30:21 dice: “Tus oídos lo escucharán. Detrás de ti, una voz dirá: Este es el camino por el que debes ir”.
El Señor sabe lo que es mejor para nosotras. Su deseo como Padre es guiarnos por el camino correcto, pero para que esto sea posible debemos decidir rendirnos a su señorío; solo así tendremos la capacidad de escuchar su voz y recibir su dirección.
¿Cómo está manejando los desafíos que enfrenta ahora mismo? Recuerde, nuestras elecciones definirán nuestro futuro; por lo tanto, piense con cuidado al tomar alguna decisión. Discierna y decida con sabiduría.
Alexandra Giovanini
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AMISTAD – Junio 16, 2020.
Es probable que la sensación de vacío emocional le resulte familiar. A veces sentimos que nada nos llena, perdemos la emoción y nos embarga un sentimiento de desánimo.
Generalmente se entiende por vacío emocional esa sensación de estar separada, desconectada de los demás, insatisfecha, frustrada, con pensamientos de que todo carece de sentido.
En ocasiones, el vacío emocional tiene mucho que ver con el sentimiento de soledad. Como somos seres sociales necesitamos el contacto con otros, establecer vínculos; y este tiempo de pandemia nos ha privado de eso.
Es cierto que hoy tenemos tantos recursos a través de la tecnología para “estar juntos”, pero en realidad no hay télefono, tablet o computadora que puedan reemplazar a un buen abrazo o una charla cara a cara con aquel que nos puede tomar de la mano, mirar a los ojos y animar a seguir adelante.
Creo que hay muchas cosas importantes que podemos aprender de este tiempo de libertades limitadas y una de ellas es el valor de la comunión.
Cuando usted lee la palabra “comunión” en la Biblia, el término hebreo está relacionado con la idea de amistad y conocimiento profundo. Tenemos ejemplos de esto en la relación de David y Jonatán, Daniel, Sadrac, Mesac y Abednego, Pablo con Priscila y Aquila, Felipe y Natanael... Dios nos creó con la capacidad de establecer relaciones significativas con otros.
Entonces llegó la pandemia y cambió nuestra agenda. Las corridas, la falta de tiempo, el apuro, las muchas ocupaciones, fueron reemplazadas por encierro, rutina, silencio, más tiempo para pensar… y quizás, para darnos cuenta que no habíamos puesto verdadera atención en desarrollar vínculos estrechos y fraternales que ayudan, entre otras cosas, a eliminar cualquier sentimiento de soledad.
Muchas veces no se trata de que otros no se acuerden de nosotros, sino que nos hemos conformado siempre con interacciones superficiales, y a la hora de necesitar ese rico banquete de comunión fraternal, nos damos cuenta de que nunca invitamos a alguien a sentarse en “nuestra mesa”.
El escritor cristiano Henry Durbanville hizo la siguiente observación sobre la amistad: “Un amigo es la primera persona que llega cuando todo el mundo se va”. Cicerón dijo que “la amistad promueve la felicidad y abate la tristeza al duplicar nuestro gozo y dividir nuestro dolor”. Cuando le preguntaron a un niño qué es un amigo dijo: “Alguien que sabe todo sobre ti y de todas maneras se queda a tu lado y te quiere”.
Las verdaderas amistades no se desarrollan de la noche a la mañana. Son el resultado de tiempo compartido, compromiso, entrega, respeto, confianza, reconocimiento de los límites de cada uno, sinceridad. Invertir tiempo, vencer la timidez para algunas, librarnos de malos recuerdos, aprender a confiar y ser vulnerables, son cosas que podemos hacer para comenzar a construir relaciones estrechas que nos bendigan y a quienes podamos bendecir.
Dios nunca ha querido que vivamos como “llaneros solitarios”, que solo asistamos a la iglesia sin crear lazos de amistad profundos con otros cristianos. En Su plan, una amistad bíblica, estrecha y fiel entre creyentes es una de las bendiciones que Él pone a nuestro alcance. Está en nosotras decidir dar ese primer paso y comenzar a sembrar semillas que se transformen en una verdadera amistad.
“El perfume y el incienso alegran el corazón; la dulzura de la amistad fortalece el ánimo”. Proverbios 27:9 (NVI).
Alexandra Giovanini
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“VENCIENDO LOS SI SOLO…” – Junio 9, 2020.
Una de las frases que más he escuchado a lo largo de mi vida es “si solo...”, pronunciada por personas de todas las edades, procedencias y niveles académicos.
Hay algo en la naturaleza humana que lleva a la mayoría de las personas a recrear en su mente una serie de condiciones y eventos que les permitan imaginar cómo hubiera sido su vida si solo…
Le suenan familiares estas frases:
- Si solo hubiera nacido en otra familia…
- Si solo hubiera esperado un poco más para casarme…
- Si solo no hubiera quedado embarazada…
- Si solo hubiera estudiado cuando era más joven…
- Si solo hubiera sido más alta, más baja, más delgada…
O…
- Si solo mi iglesia fuera más moderna…
- Si solo me ofrecieran tal o cual posición…
- Si solo me dieran más apoyo…
- Si solo me ayudaran a pagar mis deudas…
- Si solo hicieran algo para que mis hijos no fueran rebeldes... Usted puede continuar con la lista.
Creo que otro de los problemas que agudizará esta pandemia es el de los “si solo…”. Muchas personas encontrarán en las actuales circunstancias la excusa perfecta para no hacerse responsables de lo que deben hacerse responsables y culparán a lo que haga falta para no avanzar en la dirección correcta.
En nuestra cultura se ha adoptado una mentalidad que dice: “Todo es culpa de otro”. La culpa es del COVID19, la culpa es del tipo de trabajo que tengo, la culpa es de mis líderes, la culpa es del diablo…
Si presta atención, se dará cuenta que normalmente atribuimos nuestra condición a cuestiones externas, sin embargo, los cambios no vienen porque cambie lo que nos rodea, sino cuando estamos dispuestos a dirigir la mirada a nuestro interior.
Recuerdo a una compañera en el seminario, siempre alegre, llena de vida, dispuesta a ayudar a todos; nunca la escuché quejarse. Un día, durante el almuerzo, coincidimos en la misma mesa y en un momento de la conversación me compartió su testimonio. Había sido abandonada por sus padres en la casa de uno de sus abuelos siendo muy pequeña; sufrió todo tipo de privaciones y hasta su adolescencia fue abusada sexualmente por un tío y un primo que vivían en la misma casa. Las humillaciones y el maltrato a los que había sido expuesta por años abrieron heridas enormes, al punto de pensar en suicidarse, pero en ese momento alguien le habló del Señor y Él restauró su vida.
Durante esa charla, sonriendo, dijo algo que nunca voy a olvidar: “Si solo puedes florecer en las circunstancias favorables, entonces no conociste a Cristo”. Ahora sabía de dónde procedía esa alegría y ese buen hacer. El Señor había llegado a ocupar cada rincón de su vida. Hoy es misionera en un país de África y dedica su vida a ayudar a niños que han quedado huérfanos.
Me preocupa la facilidad con que muchos cristianos condicionan su relación con el Señor a las circunstancias, las personas o los “si solo…”. Se imaginan que el apóstol Pablo hubiera decidido no escribir ninguna carta hasta que saliera de prisión porque el lugar era muy incómodo para poder concentrarse. O que David hubiera esperado a ser nombrado general del ejército para enfrentarse a Goliat.
¿Qué es lo que separa a muchos de una vida totalmente entregada a Cristo, conscientes de su presencia y llena del Espíritu? Conocer verdaderamente a Dios. Nadie que se encuentra realmente con el Señor puede seguir siendo la misma persona. Ya no es Cristo y algo más, o Cristo “si solo…”. Es Cristo, punto.
En el último capítulo del libro de Job encontramos una de las declaraciones más sinceras y humildes que podamos leer: “Reconozco que he dicho cosas que no alcanzo a comprender… Lo que antes sabía de ti era lo que me habían contado, pero ahora mis ojos te han visto y he llegado a conocerte” (42:3,5 TLA). Job compara su anterior conocimiento de Dios con el actual y reconoce que antes solo había escuchado de Dios, pero ahora se había encontrado con Él personalmente, “ahora mis ojos te ven”. Eso hizo la diferencia en su vida.
Cuando hemos tenido un encuentro real con Dios, cambiamos los “si solo…” por su gracia y amor incondicional. Debido a que Dios no es alguien en quien "creer” nada más, ya no buscamos soluciones, seguridad y felicidad en las personas o en las cosas de este mundo.
A. W. Tozer, escritor y predicador nacido en el siglo XIX dijo en una oportunidad que “es necesario que Dios, quien vela por nosotros con todo cuidado y amor, nos prive a veces de sus consuelos y retire nuestra comodidad, para enseñarnos que solo Cristo es la respuesta a todas nuestras necesidades y la Roca sobre la cual deberíamos descansar y depositar nuestra confianza eterna”.
Alexandra Giovanini
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"ESTABLECIENDO LÍMITES" – Junio 2, 2020.
Toda convivencia saludable se establece dentro de un marco de límites claros. Cuando esos límites no existen, entonces podemos esperar caos.
Los límites no son un invento humano, sino una idea de Dios para mantener el orden y brindar protección.
Dios comenzó estableciendo límites desde Génesis 1. Limitó el día y la noche. Puso límites al mar. Estableció un límite a las estaciones del año. Puso un límite a Adán y Eva en el Edén. Al dar los diez mandamientos implantó límites. Al fijar un orden de autoridad dentro de la familia estableció límites. Así que podemos afirmar con total seguridad que los límites son buenos y necesarios.
Sin embargo, he leído recientemente que durante esta pandemia ha aumentado significativamente el porcentaje de abusos y violencia doméstica.
Muchos podrán argumentar que el encierro, la falta de empleo, los problemas económicos o la incertidumbre acerca del futuro son las cosas que empujan a algunas personas a tener este tipo de conducta totalmente reprobable, pero no es cierto.
Las circunstancias actuales sólo son disparadores de un problema de límites que comenzó mucho antes, probablemente desde la niñez, ya que es en el contexto de nuestra familia donde incorporamos esa guía interior que nos indica dónde termina mi persona y comienza la otra persona, y nos ayuda a definir lo que nos pertenece y de qué somos responsables.
Si esto no fue así, hoy, no importa la edad que tenga, necesita aprender y ejercitarse en el desarrollo de límites sanos.
Hay límites físicos que tienen que ver con nuestro cuerpo y nuestro espacio personal e íntimo. Hay límites emocionales que son los que nos permiten cuidar nuestra autoestima y dar valor a nuestra individualidad. Hay límites intelectuales que tienen que ver con el respeto por nuestras ideas y pensamientos. Todos son muy necesarios si queremos tener una mejor calidad de vida y mejorar nuestras relaciones interpersonales.
Tristemente, he conocido a muchas personas heridas como consecuencia de no saber establecer esas barreras de protección físicas y emocionales. Dicen “si”, cuando deberían decir “no”, o simplemente no dicen nada ante la violación de sus límites. Muchos incluso han llegado a creer que no es de “buen cristiano” poner límites porque puede interpretarse como egocentrismo, insensibilidad o problemas de carácter, y lo único que han conseguido con esta manera de pensar es que la agresión crezca.
La violencia no se puede dejar pasar, no importa cómo se presente. Nadie debería sufrir humillaciones, agresiones físicas, gritos, amenazas, burlas, silencios que manipulan o palabras que culpabilizan y denigran.
Una de las metas en toda familia debe ser tener un estilo de vida que proporcione seguridad física y emocional a sus miembros y sirva de modelo a las nuevas generaciones. Los niños que son testigos de violencia doméstica corren un riesgo mayor de desarrollar trastornos psiquiátricos, problemas de salud, fracaso escolar y violencia contra otros.
Dios no tolera el abuso y la violencia, por lo tanto no espera que nadie lo tolere.
Una y otra vez en Su Palabra encontramos el consejo de amarnos y respetarnos unos a otros como una de las evidencias de ser un hijo de Dios. En 1 Juan 3:18 leemos: “…No debemos limitarnos a decir que amamos, sino que debemos demostrarlo por medio de lo que hacemos. Sabemos que pertenecemos a Dios porque amamos a los demás” (TLA). En Romanos 12:10: “Ámense unos a otros…, y respétense siempre”.
Si alguna vez sufrió como consecuencia de no poner límites, sabe mejor que nadie la importancia de aprender a hacerlo. Pero si no pasó por ese dolor, quizás tenga cerca de usted a mujeres que necesitan ayuda. Sea un instrumento de Dios para llevar esperanza y mostrar el camino hacia la recuperación.
“Señor, tú conoces las esperanzas de los indefensos; ciertamente escucharás sus clamores y los consolarás. Harás justicia… a los que son oprimidos, para que ya no los aterre un simple mortal”. Salmo 10:17-18 (NTV).
Alexandra Giovanini
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"CONVICCIONES" – Mayo 26, 2020.
Si le pidiera hacer una lista de aquellas cosas que se han puesto a prueba en su vida durante esta pandemia, seguramente incluiría cosas como la paciencia, sus emociones, la administración del tiempo y los recursos… Y sus convicciones, ¿han sido probadas?
Nuestras convicciones definen nuestra conducta, decisiones y estilo de vida. Si son reales no deberían verse afectadas por el tiempo, las circunstancias, la cultura o las personas que nos rodean.
¿Cuántas veces nos hemos encontrado en situaciones en donde nos ofrecen ciertas ventajas si cedemos a nuestras convicciones? ¿Cómo hemos reaccionado? ¿Mantenemos nuestras convicciones o las acomodamos temporalmente?
Daniel es un claro ejemplo de esto. Fue presionado a adoptar los valores de una cultura pagana y adaptarse a ese estilo de vida si quería conservar su vida, pero se mantuvo firme en sus convicciones. Seguiría viviendo de acuerdo con la Palabra de Dios y en obediencia a Él. (Daniel 1).
Pero muchos seguidores de Jesús hoy en día están deslizándose hacia una línea de transigencia, y a veces incluso cruzando esa línea.
Todas podemos ser tentadas a deslizarnos de nuestra posición. En este tiempo de extrema vulnerabilidad el enemigo no está ahorrando recursos para ponernos tropiezos. Usted se encontrará con personas que le presionen para ser parte de algo que no está de acuerdo con sus convicciones. Otras veces podrá verse tentada a participar de actividades que violan lo que usted cree, pero en el anhelo de disfrutar de un tiempo de esparcimiento o simplemente de evitar conflictos, termina cediendo y sacrificando su obediencia a Dios.
Satanás nunca nos mostrará el lado destructivo de ceder "momentáneamente" a lo que creemos, pero al momento de dar un paso en la dirección equivocada, comenzamos a debilitar nuestra conciencia y a redefinir nuestra relación con el Señor.
Leí en una oportunidad acerca de una especie de pez encontrado en Mammoth Cave National Park de Kentucky. Es pequeño, con una cabeza totalmente pálida y con dos puntos negros que parecen ojos. Cuando los biólogos comenzaron a estudiarlo descubrieron que estos ojos eran falsos, incapaces de funcionar. Externamente parecían ojos, pero al analizarlos vieron que el nervio óptico se había encogido y gastado hasta convertirse en un hilo inútil. En un tiempo esta especie era multicolor y sus ojos funcionaban normalmente, pero cuando prefirió la oscuridad y los lugares subterráneos, su función visual se perdió debido a la constante falta de luz.
Creo que este un ejemplo perfecto para recordarnos que cuando comenzamos a alejarnos de nuestras convicciones desatamos una reacción en cadena que puede llevarnos a perder todo lo que habíamos conquistado en nuestra vida espiritual. Por eso, evite cualquier cosa que le tiente a abandonar lo que usted sabe que es correcto.
El Señor en este tiempo está buscando mujeres que no admitan contradicciones en sus vidas. Mujeres que no claudiquen entre dos pensamientos (1 Reyes 18:21). Mujeres que se aferren a sus convicciones sin importar el precio de mantenerse firmes en la verdad. Mujeres que han hecho de la obediencia a Dios una prioridad. Mujeres que acerquen a otras mujeres a luz de Cristo. ¿Es usted esa mujer?
Alexandra Giovanini
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“CONSEJOS” – Mayo 19, 2020.
Es evidente que vivimos en una sociedad muy quebrantada, compuesta por personas que muchas veces viven arrastrando heridas que no han podido o no han sabido resolver; o por personas que están viviendo en soledad y amargura producto de relaciones deshechas o a punto de resquebrajarse. Personas que intentan disimular o tapar las cargas que llevan, pero que ante la mínima presión terminan “rompiéndose”.
La pandemia ha desestabilizado a muchas personas y ha profundizado procesos dolorosos en aquellos que ya se encontraban en una situación difícil.
Aunque en momentos así algunas personas evitan buscar ayuda, la desesperación de otras les hace buscar consejo en cualquier lugar. Lo único que quieren es escuchar que alguien les diga cómo solucionar sus problemas. Y por supuesto, siempre habrá alguien dispuesto a decirles lo que deben hacer…
Si hay algo para lo que la mayoría de las personas se sienten calificadas es para dar consejos. Creo que no hay ninguna otra área en donde tengamos tanta gente lista para "ofrecer asesoramiento". Sin embargo, esta realidad nos habla de la ignorancia acerca del impacto que tienen nuestras palabras en la vida de otros y el daño que podemos causar si no actuamos con sabiduría.
Proverbios 13:17 dice: “El mal consejero trae problemas; mas el consejero fiel los alivia”.
En los días de Salomón, los reyes tenían que depender de mensajeros para obtener información de su país, y debían ser personas muy confiables porque cualquier información incorrecta podía provocar grandes problemas, incluso muertes.
En la Biblia encontramos ejemplos de hombres que fallaron en sus vidas por seguir el consejo equivocado. Roboam, por ejemplo, escuchó a hombres que no escuchaban a Dios y como consecuencia todo Israel se vio afectado. (1 Reyes 12:12-14).
Todas, en algún momento de nuestra vida, necesitamos compartir nuestras luchas y recibir dirección para saber cómo manejar esas situaciones difíciles, pero ¿se detuvo a pensar cómo escoge a sus consejeros? Y si usted es de las personas que suele decirles a otros lo que deben hacer, ¿pensó sobre qué están sustentados sus argumentos? ¿Respalda con su estilo de vida lo que le aconseja a los demás?
El predicador y escritor A. W. Tozer dijo en una oportunidad que: “Antes de escuchar el consejo de cualquier hombre o mujer deberíamos ver el aceite en su frente”, haciendo referencia a la unción de Dios sobre esa persona, es decir, la capacidad de seguir la dirección del Espíritu Santo.
Es muy valioso contar con la ayuda de otros, pero siempre debemos examinar los consejos que recibimos porque como menciona el pasaje de Proverbios 17, pueden traer alivio o más problemas.
Algunas preguntas que podemos hacernos para saber si estamos ante una persona que tenga “el aceite en su frente” son:
- Sus consejos están basados en sus propias experiencias o en lo que nos enseña la Palabra de Dios.
- Nos sugiere acciones que no son bíblicas.
- Tiene un estilo de vida que no es agradable a Dios.
- Proyecta sus propias heridas o frustraciones en las recomendaciones que nos da.
- No considera importante la oración.
- Se refiere a otras personas de manera “poco amable”.
Esta no intenta ser una lista exhaustiva, sino un recurso que nos ayude a pensar a la hora de ir en busca de consejo.
Su vida es muy valiosa para que la ponga en las manos incorrectas. A pesar de lo difícil que sea su situación, recuerde que puede ser aún más difícil si escoge seguir el consejo que no proviene de alguien que evidencia que su vida está sometida a Dios.
El mejor consejo que alguien podría darle lo escuché del pastor Charles Stanley: “Si necesita dirección, solo debe recorrer medio metro, esa es la distancia aproximada entre sus rodillas y el suelo”.
Alexandra Giovanini
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“UN DÍA A LA VEZ” - Mayo 12, 2020.
La ignorancia en cuanto al futuro es una realidad que aterra a la humanidad, especialmente en momentos de tanta incertidumbre como el que estamos viviendo.
Vivir sin saber lo que nos espera mañana, cuando el ser humano vive de manera tan anticipada la vida, creyendo que puede tener el control de todas las cosas cuando no es así, está produciendo temor, angustia y ansiedad.
Hace algún tiempo leí estas palabras del escritor Max Lucado: “Una hora es demasiado corta y un año demasiado largo. Los días son los episodios de la vida, los segmentos que Dios ha diseñado para el manejo de nuestra existencia. Un día para estrenar, listo para ser utilizado. Un regalo de 24 horas nunca antes vividas, disponibles para aprovechar al máximo. Ya no cuenta el ayer, porque pasó. Todavía no tienes el mañana. Únicamente puedes vivir el hoy”.
Aunque planifiquemos y coloquemos en nuestros calendarios todas las cosas que esperamos hacer en un año, debemos recordarnos más a menudo que solo tenemos el día de hoy.
Si nos detenemos a pensar en las cosas que podemos estar perdiendo o las cargas que podemos estar añadiendo a nuestra vida por tener nuestra mente en el futuro, quizás podríamos reconsiderar vivir un día a la vez.
El Señor Jesús lo dijo de esta manera en Mateo 6:34: “Así que no se preocupen por el mañana, porque el día de mañana traerá sus propias preocupaciones. Los problemas del día de hoy son suficientes por hoy" (NTV).
Cuando nosotras desoímos este consejo y añadimos las cargas del ayer y del mañana a nuestra vida, es cuando nos debilitamos y hacemos más complejos nuestros días porque pasamos por alto los recursos que el Señor dispuso para ayudarnos y bendecirnos hoy.
Al levantarse, ¿qué fue lo primero que vino a su mente? ¿Pudo darle gracias a Dios por otro día de vida? ¿Por tener ropa que ponerse, por un desayuno en su mesa? Deténgase por un momento y piense en qué tiene puesta su atención…
Nuestra respuesta a los tiempos turbulentos que nos toca vivir estará determinada por nuestro enfoque. Si mira a su alrededor o incluso dentro de usted, podría verse abrumada, pero si mira hacia arriba, a Aquel que está a cargo de su día a día, entonces encontrará descanso.
En una de las Biblias que usé mientras estudiaba en el seminario (¡¡hace 30 años!!) escribí esta frase con la que Dios me habló acerca del futuro que había preparado para mí: “No te inquietes, las plantas de mis pies ya pisaron los lugares por donde te voy a hacer pasar”. Así que cuando la preocupación acerca del futuro viene a mi mente, el Señor me vuelve a recordar que aunque el camino es desconocido para mí, no lo es para Él.
¿No sería lógico entonces poner todo lo que nos preocupa acerca del futuro en las manos del único que conoce y tiene el poder de controlar todas las cosas que están por venir?
Démosle el control de nuestra vida y confiemos que Él sabe por dónde nos está llevando.
¡No deje pasar lo que el Señor preparó para usted hoy!
Alexandra Giovanini
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“HUELLAS” - Mayo 5, 2020.
En unos días más estaremos celebrando el Día de la Madre y aunque este año pueda cambiar la forma en que acostumbramos recordarlo, hay algo que nunca va a cambiar, y son las huellas que usted sigue dejando en la vida de sus hijos y de todos los que la rodean.
Ya sea que tenga hijos pequeños o sean adultos independientes; que esté rodeada por una familia numerosa o pequeña, siempre habrá alguien en quien usted, consciente o inconscientemente, estará dejando marcas permanentes.
En 2 Corintios 3:2 el apóstol Pablo menciona que su trabajo entre los corintios había dejado huellas que otros podían ver fácilmente, por eso no necesitaba cartas de recomendación, porque la vida de las personas a las que había servido eran la mejor evidencia del impacto positivo que había tenido su ministerio.
¿Podríamos decir lo mismo que el apóstol Pablo? ¿Somos una saludable influencia sobre los que nos rodean?
Cada persona que pasa por nuestra vida siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotras. Por eso las huellas que dejamos muchas veces están relacionadas con las marcas que otros dejaron primero.
¿Puede recordar cómo se sintió cuando alguien, a través de pequeños gestos, le recordó lo valiosa que es? ¿Cómo un abrazo le dio las fuerzas que necesitaba para seguir adelante? ¿Y qué de esa palabra que le infundió aliento cuando pensaba que su situación no iba a cambiar?
Un tiempo atrás, leí esta historia. Durante una época de crisis económica y noticias deprimentes, dos alumnos de una conocida Universidad decidieron elevar el espíritu de la gente del campus con palabras alentadoras.
Todos los miércoles por la tarde, durante dos horas, estos jóvenes se paraban junto a una concurrida calle con un cartel que decía: “Elogios gratuitos”, y a todos los que pasaban les decían algo agradable: “Me gustan tus botas de nieve”. “Hermosa sonrisa”. “Se nota que eres alguien especial”.
Cuando se le preguntó a varios estudiantes sobre esto, la mayoría mencionó que todos los miércoles pasaban a propósito por donde estaban “los chicos de los elogios”, solo para oír comentarios amables.
Estoy segura que estos alumnos no solo alegraron el día de muchos durante un tiempo difícil, sino que pueden haber cambiado el rumbo de varias vidas. Dejaron las huellas que todos quisiéramos que dejen en nosotros.
Quizás no hubo muchos “chicos de los elogios” en su vida, pero hay Alguien que le demostró como nadie el valor que usted tiene. Las marcas que hasta hoy lleva en su cuerpo son un recordatorio de lo que significa para Él. Cristo murió y resucitó por amor a usted. Esta es la “huella” que debe hacer la diferencia en su vida para siempre.
“Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé…” Is. 43:4. “Grabada te llevo en las palmas de mis manos…” Is. 49:16. “Con amor eterno te he amado…” Jer. 31.3.
Deje que el Señor siga dejando marcas en su vida, mientras usted deja huellas valiosas en la vida de todos los que la rodean.
Alexandra Giovanini
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“¿GOLPES DE ESPADA O MEDICINA?” - Abril 28, 2020.
Limitaciones en los desplazamientos, obligación de quedarse en casa, imposibilidad de mantener la rutina habitual, la necesidad de desarrollar actividades a distancia… Son algunas de las situaciones a las que nos hemos visto forzadas en este último tiempo.
Estos cambios tan bruscos que afectan nuestro estilo de vida, traen consecuencias en muchos niveles. Uno, que quizás pasemos por alto pero al que deberíamos prestarle verdadera atención, es a la manera en que nos estamos comunicando.
Si la comunicación siempre ha sido un motivo de estudio por lo que significa en las relaciones, cómo no detenernos por un momento a considerar si la manera en la que estamos hablando es fuente de acuerdos o desacuerdos, de ánimo o estrés, si derriba o edifica.
En medio de una cultura saturada de palabras, quizás hemos perdido la capacidad de entender el peso que tienen. Acostumbrados a hablar lo primero que se nos viene a la cabeza, rara vez nos detenemos a meditar en el efecto de lo que decimos.
La Palabra de Dios dice en Proverbios 12:18: “Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina”.
Cuando las palabras que nos decimos unos a otros están inspiradas por el amor, la sabiduría y la guía de Dios, son capaces de levantar al que se encuentra caído. Pero también conocemos los efectos devastadores de las palabras que fueron pronunciadas con desprecio y crueldad. Han sido como perforaciones de espada en el corazón, causando dolor incluso hasta el día de hoy.
Durante este tiempo de pandemia, puede ser más desafiante que de costumbre poner “vigilancia sobre la puerta de nuestros labios” como dice el Salmo 141:3.
Cuando hay niños corriendo por toda la casa, peleando por un juguete, o intentamos ayudar con sus tareas de matemáticas, mientras pensamos ¿¡qué tipo de matemáticas son estas!? Y también suena el teléfono y vemos que es nuestro jefe que quiere tener una videoconferencia y mientras lo hacemos, aparece uno de nuestros hijos para saludarle como si fuera parte de la familia. O cuando las únicas respuestas que tenemos de nuestros adolescentes son quejas o “gruñidos”. O cuando a nuestro esposo se le ocurrió cortar el césped después de un día de lluvia y olvidó quitarse las botas antes de entrar a la casa…, entonces nuestra boca colapsa.
Y esto también puede sucederle a quien no tiene que compartir su casa con alguien, pero que de todas maneras se ha visto obligada a cambiar su estilo de vida. Siempre hay alguien a quien llamar por teléfono para quejarse, murmurar o lamentarse de lo terrible que es la vida.
Cuando el estrés es alto y las demandas son constantes, es fácil perder la calma y muy difícil contar hasta diez. Entonces, ¿qué hacer?
Supervisar nuestro corazón diariamente sería una buena manera de saber en qué punto nos encontramos emocionalmente hablando. No debemos dejar que la frustración se acumule porque buscará alguna vía de escape.
A veces necesitamos pedir un “time out” para calmarnos, reflexionar y ver cómo reorganizarnos en lugar de seguir arrojando más “leña al fuego”.
Necesitamos trabajar en nuestros límites porque son los que nos ayudan a definir, entre otras cosas, sobre qué debemos hacernos responsables cada uno. Los límites sin duda ponen en orden nuestra vida. Nos permiten tener una idea más clara de nosotros mismos y nos ayudan a mejorar nuestras relaciones con los demás.
Debemos buscar momentos y actividades que ayuden a descomprimir el estrés diario y nos permitan disfrutar de la compañía de los demás. Sea en nuestra casa o a través de la tecnología, debemos hacer de esos encuentros oportunidades para demostrar afecto y gratitud a aquellos que están cerca de nosotros.
Y fundamentalmente, necesitamos tiempo a solas con Dios. Él es el único que nos escuchará sin interrupciones; quien puede darle descanso a nuestra alma; quien está dispuesto a llevar nuestras cargas y puede transformar momentos como estos en oportunidades para ser de bendición con nuestras palabras.
¿Qué saldrá de su boca hoy, golpes de espada o medicina? Sea una persona que traiga alivio con sus palabras.
Alexandra Giovanini
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“MÁS PROFUNDO EN EL RÍO DE DIOS” - Abril 21, 2020.
Mientras estudiaba, hice mía una frase que pertenece a Séneca: “Si no sabe a dónde se dirige su barco, ningún viento le será favorable”. Aún sin saber nada sobre navegación, me quedó claro que estas palabras tenían la intención de recordarme que ninguno de mis esfuerzos por avanzar serían útiles si primero no fijaba un objetivo, si no decidía a dónde quería llegar.
Al comenzar este año, como mujeres, decidimos cuál sería nuestro “puerto”, y lo definimos con esta oración: “Más profundo en el río de Dios”. Nuestro objetivo: Progresar y dar mayor profundidad a nuestra vida espiritual.
Ezequiel 47:1ª, 3-6 dice: “Aquel hombre me llevó nuevamente a la entrada del templo. Allí vi una corriente de agua que fluía por debajo de la puerta del templo… Y salió el varón hacia el oriente, llevando un cordel en su mano; y midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos. Midió otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Midió luego otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta la cintura. Midió otros mil, y se había convertido en un río tan hondo que sólo se podía cruzar a nado. Y me dijo: ¿Estás comprendiendo el significado del río creciente?
Las aguas que comenzaban a fluir desde el templo no eran solo para ser observadas por Ezequiel, tampoco para que se quedara en la orilla, el propósito era entrar y sumergirse.
La pregunta entonces que debemos hacernos hoy es: ¿Hasta dónde nos hemos sumergido?
El autor y predicador británico Leonard Ravenhill escribió en uno de sus libros lo siguiente: “¿Quién llegará alguna vez a comprender la plenitud del amor de Dios? ¿Quién podrá agotar las riquezas de su misericordia hacia los seres humanos caídos? ¿Quién llegará a entender el verdadero poder que nos ha dado? Mucha gente dice que está ‘creciendo y extendiéndose’. Sí, ahora tienen diez millas de ancho y aproximadamente un cuarto de pulgada de profundidad. Introducirse en el poder del evangelio equivale a hundirse cada vez más profundamente en Dios. Sin embargo, muchos pasan toda su vida rodeando Sus verdades pero nunca llegan a sondear la profundidad de las aguas de vida que están dentro de Él.”
Ninguna de nosotras hubiera imaginado que un mes después de haber decidido avanzar en una relación con Dios de mayor intimidad, entrega, compromiso y madurez, íbamos a ser sorprendidas por esta pandemia. Pero al Señor nada le toma por sorpresa.
Creo que los retos que estamos enfrentando tienen la intención de ayudarnos a alcanzar nuestro objetivo. Si vamos a la Palabra de Dios, José fue otro hombre después de la cárcel, Moisés después del desierto, Gedeón después de ir a la guerra con apenas 300 hombres, y podemos continuar con la lista. La adversidad no impidió que estos hombres experimentaran el poder y la presencia de Dios en un grado que muchos se negaron a experimentar.
¿Ha pensado de qué manera esta situación puede llevarle a experimentar a Dios como nunca antes, o solo se ha dejado abrumar por los acontecimientos? El Señor no abrió un paréntesis a nuestro crecimiento, no está pensando en esperar a que todo este problema acabe para retomar su trabajo en nuestra vida, su deseo es que hoy lleguemos a “sondear la profundidad de las aguas de vida que están dentro de Él.”
Nuestro barco puede estar siendo sacudido por esta tormenta inesperada, pero esto no debe cambiar nuestro destino. Nuestro objetivo es claro y debemos seguir avanzando hasta alcanzarlo.
Alexandra Giovanini
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TIEMPOS DE QUIETUD - Abril 14, 2020.
Me atrevería a decir que muchas personas después que pase este tiempo de “cuarentena” volverán a sus rutinas con apenas unas pocas experiencias que contar, desaprovechando así la oportunidad de que este sea un tiempo significativo.
Hay muchos mecanismos que usamos de manera consciente o inconsciente para negar o impedir que nos encontremos con lo que intenta salir a la superficie desde nuestro interior, especialmente en los momentos de presión.
El reconocido predicador del siglo XIX Charles Spurgeon dijo en una oportunidad que “hay una quietud que hombres y mujeres no pueden soportar porque les obliga a encontrarse con ellos mismos”.
¿Con qué mujer se está encontrando cada mañana al mirarse en el espejo?
Los momentos de quietud bien utilizados son un recurso de Dios para mostrarnos aquellas cosas que necesitan atención en nuestra vida y no en la de otros.
Quizás esté pensando: ¿Dónde encuentro un momento de quietud en este tiempo de crisis? Y es verdad, no lo va a encontrar, tendrá que planearlo de manera intencional, y esto dependerá de cuán interesada esté en lo que Dios quiere hacer en usted.
En Lucas 5:16 leemos que el Señor se retiraba con frecuencia a lugares solitarios para orar. Esos tiempos de quietud eran los que le fortalecían y le ayudaban a seguir adelante con lo que el Padre le había encomendado.
Toda situación en nuestra vida que no hemos gestionado correctamente con la ayuda del Señor tiene el potencial de estrechar nuestra mente, retrasarnos, paralizarnos, enfermarnos, endurecer nuestra relación con las personas que nos rodean, debilitar nuestra fe... y nada de esto es lo que Dios planeó para sus hijos.
Se necesita una buena cantidad de quietud y momentos cerca del Señor para hacer una evaluación lo más correcta posible de dónde nos encontramos antes de seguir adelante, de lo contrario, corremos el peligro de caminar en círculos.
Si pudiera silenciar todas las voces menos la de Dios, ¿qué piensa que le estaría diciendo? ¿Sobre qué áreas de su vida quisiera que pusiera especial atención?
Alguien dijo que “la soledad es la separación elegida para perfeccionar nuestra alma y el aislamiento lo que deseas cuando descuidas lo primero”.
Planee esos tiempos de soledad y quietud para estar segura de ir en la dirección correcta con un alma renovada y un corazón sano.
Alexandra Giovanini
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RENOVAR NUESTRA MENTE - Abril 7, 2020.
¿Quién no ha visto o recibido en este último mes, un tutorial acerca de cómo lavarnos las manos? Todas. Una y otra vez se nos recuerdan las normas para prevenir un contagio, algo que es muy bueno y que debemos hacer. Pero, ¿alguien recibió un tutorial acerca de cómo cuidar nuestras emociones, cómo proteger las relaciones en este tiempo de encierro?
No podemos negar que esta situación, en mayor o menor grado, nos genera preocupación. En algunas esas preocupaciones tendrán que ver con el temor a la enfermedad, en otras temores económicos o laborales, en otras simplemente será la imposibilidad de verse con amigos y familiares… pero este encierro tiene el potencial de impactarnos a todas emocionalmente.
Me escribía una persona esta semana que trabaja en el sistema sanitario de este país que recibió un reporte reciente del alto incremento de abusos domésticos y problemas de salud mental entre los pacientes que se atienden en la clínica. Recibí esta noticia también de Argentina y Colombia, y esto sucederá más temprano que tarde en cada rincón del planeta. Entonces, ¿qué hacer para prevenir esta “otra pandemia”?
En un mundo hipercomunicado como el que vivimos, la mayoría de las veces nos olvidamos de medir nuestra exposición a los medios y también dejamos de evaluar y filtrar la información que recibimos.
Un conocido psiquiatra cristiano dijo en una oportunidad que “por alguna cuestión de la biología o psicodinámica del pensamiento, por cada pensamiento malo necesitamos cinco buenos para equilibrar nuestras emociones”.
Si pensamos en la cantidad de información negativa que estamos escuchando, la pregunta es ¿cuánta y qué información positiva está recibiendo? Porque nuestro sistema emocional ejecutará la emoción de aquello con lo que alimentamos nuestra mente. Por ejemplo, si usted consume películas de terror, en algún punto sentirá miedo o tendrá pesadillas. Si sus conversaciones solo se basan en la cantidad de muertes y contagiados con el virus, no tenga la menor duda de que en algún momento experimentará ansiedad o pánico.
Quiero aclarar que no estoy diciendo que debemos negar la realidad o decir que todo está bien cuando hay muchas cosas que resolver. Pero nos ayudará mucho renovar nuestra mente diariamente para aliviar el impacto que esta situación tenga sobre nuestras emociones.
Efesios 4:23 dice: “Renovaos en el espíritu de vuestra mente”. En otra versión leemos: “Renueven su forma de pensar por medio del Espíritu”. Esto significa que el Espíritu Santo, que vive en nosotras, está para ayudarnos a pensar diferente. ¿Por dónde empezar entonces?
En primer lugar, darle el control de nuestros pensamientos a Dios. Alguien dijo que “nuestra mente puede ser el trono de Dios o el taller de Satanás”. No tengan la menor duda de que el diablo está muy activo buscando nuestra destrucción y si puede hacerlo afectando nuestras emociones lo hará.
En segundo lugar, debemos permitir que el Espíritu Santo ordene nuestros pensamientos de acuerdo con lo que dice la Palabra de Dios. Isaías 26:3 en la NVI dice: “¡Tú guardarás en perfecta paz a todos los que confían en ti; a todos los que concentran en ti sus pensamientos!” Usted debe decidir creer de verdad en las promesas de Dios.
En tercer lugar, debemos decidir pensar de manera productiva. La adversidad por la que estamos pasando es una etapa transitoria, no un estado permanente de vida, por lo que haríamos muy bien en aprovechar este tiempo para lo que Dios lo permitió. Él no está cumpliendo los mismos propósitos en todos. ¿Sabe que quiere hacer el Señor en su vida en este tiempo? Le aseguro que no es mirar noticias y seguir aumentando su nivel de ansiedad hasta enfermar.
Nosotras no tenemos el poder de controlar todo lo que sucede o sucederá, pero estamos en las manos de Aquel que todo lo sabe y todo lo puede. Tome tiempo para contarle lo que siente, lo que le preocupa, aunque Él ya lo sepa, de esa manera estará poniendo las cargas en el único que puede darle descanso a su mente, alma y espíritu.
Alexandra Giovanini